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Desunidos en la pandemia: Ángel Dorrego

Desunidos en la pandemia 

Ningún momento es bueno para que una nación se encuentre desunida. Pero existen momentos malos y momentos peores. Desgraciadamente para México, encontrarnos en un momento de polarización política cuando se sufre el embate de una pandemia entra en la segunda categoría. Este proceso no ha iniciado gracias a la epidemia global, ya que nuestro tejido social se ha ido estirando más allá de lo sano para la vida pública desde hace varios años, y ha devenido en que el actual gobierno federal se encuentre en una cruzada para el cambio en nuestra organización, la cual es acusada por sus detractores de conllevar pingües beneficios a cambio de enormes sacrificios.

Desafortunadamente, la situación actual sólo ha logrado hacer más profundas dichas diferencias.

El gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador encuentra como fundamental la realización de planes de gobierno que conlleven a la cuarta transformación, título que han elegido incluso para representar a la administración. No han tenido el inicio terso que hubiesen esperado a pesar de que iniciaron el sexenio con altos niveles de apoyo de parte del público, además de tener mayoría absoluta en ambas cámaras del Congreso de la Unión. La falta de experiencia de sus cuadros en el ejercicio de gobierno, la práctica del mayoriteo parlamentario, el debilitamiento de las instituciones independientes, los nulos resultados en cuanto a seguridad y crecimiento económico, así como la suspensión de inversiones realizadas durante gobiernos anteriores; sin duda han minado en parte la popularidad y apoyo a la cuarta transformación.

Sin embargo, su defensa retórica no ha sido menos estridente que los embates en su contra. El presidente, en sus apariciones matutinas diarias ante la prensa, suele decir con mucha frecuencia que su gobierno está siendo atacado por los conservadores que no quieren el cambio en el país. Y por conservadores se refiere a cualquier persona que cuestione o denoste a los funcionarios de su gobierno o las acciones ejecutadas por el mismo. Aparentemente su cosmovisión está condicionada por un prisma maniqueísta: buenos contra malos, honestos contra corruptos, blanco contra negro. No entiende matices de grises ni diferencia entre quienes lo atacan. Habla de sus adversarios en el sentido democrático del término, pero en la praxis se expresa de ellos como auténticos enemigos, como gente sin legitimidad para cuestionar su liderazgo, como en los regímenes más lejanos a un gobierno representativo.

Y sin duda existen quienes quieren perjudicar al actual gobierno como estrategia para privilegiar sus propios intereses. No dudo que tengan call centers a sus órdenes para la generación y distribución de mensajes, principalmente por la vía digital. Tampoco que patrocinen campañas críticas en contra del presidente y su equipo de trabajo. Como le ha pasado a por lo menos los últimos tres gobiernos. Y no sorprendería que el gobierno tuviera los propios. Lo que es difícil de entender es la tendencia cada vez más marcada del gobierno federal y sus partidarios de automáticamente clasificar cualquier voz disidente en el paquete de corruptos conservadores que se niegan al cambio para continuar con los privilegios de la insaciable mafia del poder. Así evitan escuchar las críticas que señalan auténticos desatinos, que en vez de servir como advertencias de un error potencial corregible, se vuelven en una serie de adjetivos degradantes para el portador del mensaje. Y las fuerzas opositoras, que por cierto no han logrado ningún pacto de unidad, ya que su diseminación es evidente desde el poder legislativo hasta las propuestas públicas, han notado que se encuentran con un gobierno sin ánimo de escuchar.

Los partidarios de la cuarta transformación sienten, como lo han expresado personajes nada deleznables como Lorenzo Meyer, que la pandemia del Covid-19 puede servir a las fuerzas conservadoras para parar la cuarta transformación. Es por esto que han decidido no detener los proyectos estratégicos para la transformación del país como les han pedido las organizaciones representantes de la iniciativa privada. Esta última ha manifestado que se debería suspender temporalmente varios proyectos de infraestructura actual del gobierno con el fin de contar con recursos que se deberían utilizar en la adquisición de insumos médicos, así como para condonaciones y apoyos fiscales para pequeñas y medianas empresas y así no haya una pérdida masiva de empleos que devenga en un panorama desastroso para la economía cuando pase la cuarentena. Pero López Obrador no quiere desperdiciar el tiempo de su ejercicio de gobierno deteniendo su proyecto, así es que ha insistido en que se continúe, incluso durante los periodos de confinamiento, con las obras del Aeropuerto de Santa Lucía, el Tren Maya y la Refinería de Dos Bocas, ya que son imprescindibles para que el gobierno transforme al país en uno con un nuevo aeropuerto auxiliar, una nueva ruta de tren y una nueva refinería, y así entrar con modernidad al siglo XX. Porque en el XXI no se entiende que tratemos de refinar más petróleo como medio de generar energía en la época en que se están buscando fuentes limpias y el precio del extraído se encuentra en puntos particularmente bajos.

En pocos momentos como esté nos encontramos más lejos de una coyuntura. Si bien el mundo de la ciencia política suele abusar del término, utilizándolo para cualquier proceso de elección de alternativas, cuando una coyuntura es el momento en que puede venir una bifurcación en el devenir de la vida pública; hoy parece que hemos quemado esos puentes. Las cartas ya están echadas.

Tenemos un gobierno que ha decidido que no su puede parar de ningún modo la transformación y que son capaces de paliar la pandemia desde una posición de estrategia política, y que quien se oponga es por motivos deleznables; mientras que, por el otro lado, tenemos a una oposición desgastada y atomizada donde no existen liderazgos que aglomeren más allá del propio grupo, la cual es incapaz de cambiarle el sentido a las cosas con proyectos en común. Mal momento para estar desunidos, ya que a los mexicanos sólo nos queda, para variar, arreglárnoslas solos, como ya lo hemos hecho antes, ante la falta de repuestas coherentes de nuestra clase política.

Por Ángel Dorrego

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